Para que un envase se considere reciclable ha de ser realmente reciclado. Cuando un envase se convierte en residuo, ha de superar distintas fases para que se convierta en material reciclado de calidad. Además, debe existir un flujo de clasificación y reciclado dispuesto a gran escala y con cobertura suficiente en todo el territorio nacional para que pueda considerarse reciclable.
Existen envases que son técnicamente reciclables, pero que no son realmente reciclados, bien porque no se clasifican correctamente, o carecen de flujo de clasificación o flujo de reciclado, o bien porque su reciclado no es económicamente viable.
Del mismo modo, existen envases que siguen los preceptos de la reciclabilidad teóricos, pero que no son reciclados, ya que al someterlos en procesos reales de su reciclado (y no en condiciones idílicas) generan algún tipo de interferencia en el proceso, o bien porque en un determinado país no tienen flujo de clasificación y/o reciclado.
Asimismo, los flujos y/o procesos de reciclado pueden variar de unos países a otros, por ello, la reciclabilidad real de los envases ha de probarse siguiendo las características y flujos de cada país.